M. Pereda Vicandi
Hoy en día cabe preguntarse por una ética de las organizaciones, dado que gran parte de las decisiones de mayor impacto global no se toman desde la perspectiva particular, sino a nivel organizacional. Lo que legitima a cualquier organización es la necesidad social que satisface, y dicha legitimación depende, a su vez, de la calidad del servicio prestado. Y para ofertar un buen servicio las organizaciones deberían tener presente que es necesario hacer bien las cosas, aunque este «hacer bien» no debería limitarse a lo instrumental, sino también a lo ético, lo cual no parece que esté tan presente.
Las organizaciones sanitarias asistenciales públicas mantienen un discurso en el que manifiestan promover actitudes y actuaciones éticas, tanto en su funcionamiento interno como en la consecución de sus fines. Pero un mayor conocimiento y análisis de su funcionamiento interno permite poner en cuestión lo anterior. Estas organizaciones, por su estructuración y procedimientos, pueden dificultar que los criterios éticos sean principios rectores en su funcionamiento interno, al tiempo que pueden tener consecuencias éticamente cuestionables a nivel poblacional.
Una organización sanitaria no debiera organizarse ni estructural ni funcionalmente como una organización cualquiera que ofrezca servicios, al tiempo que los miembros de la organización no pueden limitarse a ser actores pasivos. Se hace necesario que tanto los profesionales de la organización como los usuarios tengan más conductas pro-éticas, los miembros de la organización desde el profesionalismo y los usuarios desde la responsabilidad.