Hoy en día cabe preguntarse por una ética de las organizaciones, dado que gran parte de las decisiones de mayor impacto global no se toman desde la perspectiva particular, sino a nivel organizacional. Lo que legitima a cualquier organización es la necesidad social que satisface, y dicha legitimación depende, a su vez, de la calidad del servicio prestado. Y para ofertar un buen servicio las organizaciones deberían tener presente que es necesario hacer bien las cosas, aunque este «hacer bien» no debería limitarse a lo instrumental, sino también a lo ético, lo cual no parece que esté tan presente.
Las organizaciones sanitarias asistenciales públicas mantienen un discurso en el que manifiestan promover actitudes y actuaciones éticas, tanto en su funcionamiento interno como en la consecución de sus fines. Pero un mayor conocimiento y análisis de su funcionamiento interno permite poner en cuestión lo anterior. Estas organizaciones, por su estructuración y procedimientos, pueden dificultar que los criterios éticos sean principios rectores en su funcionamiento interno, al tiempo que pueden tener consecuencias éticamente cuestionables a nivel poblacional.
Una organización sanitaria no debiera organizarse ni estructural ni funcionalmente como una organización cualquiera que ofrezca servicios, al tiempo que los miembros de la organización no pueden limitarse a ser actores pasivos. Se hace necesario que tanto los profesionales de la organización como los usuarios tengan más conductas pro-éticas, los miembros de la organización desde el profesionalismo y los usuarios desde la responsabilidad.