En nuestra realidad socioprofesional en pocas ocasiones tiene lugar una comunicación sincera del equipo con el paciente y su familia que permita cuestionar, ante un proceso de enfermedad, cuál es su decisión al respecto, es decir, si aceptaría o no una intervención. Las decisiones de representación y los testamentos vitales no son más que una prolongación de la incorporación de la autonomía moral de los pacientes en la toma de decisiones clínicas. Sin embargo, la manera más adecuada de hacer efectivo el derecho de los pacientes no es centrarse en estos documentos, sino conseguir desarrollar procesos integrales que fomenten su participación y toma de decisiones. Partiendo de una discusión en la que se entrelazan varios conflictos éticos que conciernen a las últimas voluntades del paciente, planteamos el siguiente caso clínico, que nos permite reflexionar acerca del tipo de intervención más eficaz, cuál debe ser su duración y su intensidad y cómo debemos ser fieles a los deseos y las expresiones del paciente y la familia en estos casos.