Las décadas de 1940 a 1970 estuvieron acompañadas por muchos cambios y avances en la asistencia sanitaria pública de España, gracias a los cuales la atención en el campo de la salud pasó de ser un privilegio de unos pocos para convertirse en un derecho extendido a casi todos. Hasta entonces, la población se encontraba en una situación de desatención en lo que a estas prestaciones se refería. La implantación del Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) en 1942 supuso un logro trascendental, y si bien en sus comienzos iba encaminado a proteger a los trabajadores económicamente más débiles, poco a poco iría ampliando afiliados, servicios e infraestructuras, consolidándose como el sistema generalizado en los años setenta.
Durante ese periodo de transición, en las pequeñas poblaciones y en el medio rural, los sanitarios se ocuparon de atender a los afiliados al SOE, a la beneficencia, al personal funcionario y al resto de la población no asegurada que lo requería de forma privada, y que constituía el grueso de los habitantes del campo. Entre las tareas que tenían asignadas se incluían los cuidados en el momento del parto, tema central de esta investigación. La falta de medios materiales y humanos, las condiciones infrahumanas, la escasa retribución económica y reconocimiento, o el intrusismo de personas sin título que colaboraban en tareas como los nacimientos fueron algunas de las quejas de los profesionales, que condicionaron, en parte, que los cuidados que se proporcionaban a las parturientas desde el ámbito doméstico se prolongaran hasta prácticamente 1970, con la llegada de la institucionalización del parto.
El interés de esta tesis doctoral se centra en describir cómo incidió la implantación progresiva de la Seguridad Social (años 1940-1970) en los cuidados proporcionados durante el embarazo y parto en el espacio rural. El territorio objeto de estudio fueron los ayuntamientos de Almanza y Cebanico, pertenecientes a la comarca de Sahagún, al este de la provincia de León (España).
El paradigma que mejor se avino a nuestras pesquisas fue el hermenéutico-interpretativo, por ayudarnos a comprender una realidad particular con herramientas etnográficas, fenomenológicas y hermenéuticas. El marco teórico-metodológico elegido fue la historia cultural, y para profundizar en el proceso de análisis se empleó el modelo estructural dialéctico. A través del mismo constituímos los tres pilares a desarrollar: - el marco funcional: espacio habilitado donde tenían lugar los fenómenos relacionados con los cuidados, - el elemento funcional: actor(es) social(es) encargado(s) de llevarlos a cabo, directa o indirectamente, y - la unidad funcional: ideario, formas de entender y maneras de proceder, institución socializadora básica, tanto desde la dimensión sobrenatural o teológica-religiosa como desde la natural-racional o científica.
Para demostrar el eslabón biológico y antropológico de los cuidados relativos al nacimiento mostramos algunas de las necesidades básicas que concurrían en esos momentos y sus concomitantes culturales, apoyándonos en los sistemas de necesidades aportados por diversos autores del mundo de la antropología o enfermería.
Dado que nuestro interés se centraba en conocer los discursos y las prácticas no hegemónicas sobre la materia objeto del estudio consideramos que lo más adecuado era valernos principalmente de fuentes orales pertenecientes al sector popular e invisibles a la escritura histórica: el testimonio de mujeres que durante las décadas centrales del siglo XX habían dado a luz en sus casas, así como de las parteras que atendieron los partos, o en su defecto de sus familiares.
En total fueron 16 las poblaciones incluidas, todas las pertenecientes a los ayuntamientos de Almanza y Cebanico (León). Tras realizar un recorrido de búsqueda por las localidades elegimos 27 personas por su edad y/o condición. La técnica de recogida de información fue la entrevista semiestructurada, elaborada a partir de las cuestiones abordadas la Encuesta del Ateneo de 1901, apartado de nacimiento.
El examen de datos consistió en un análisis histórico funcional, por medio de la escucha pormenorizada de todas las entrevistas y transcripción, diferenciación según las tres estructuras básicas, categorización, separación por códigos y establecimiento de vínculos, llegando a la síntesis al identificarse las normas culturales.
Como complemento se contrastaron los discursos con literatura folclorista y sanitaria de la época referente a áreas más o menos colindantes, así como con diversas fuentes archivísticas provinciales.
A través de testimonios orales y de los materiales de archivo confeccionamos un mapa de los gestores referidos al momento del parto en la zona objeto de nuestro estudio: tres médicos, tres practicantes y una partera al menos en cada una de las localidades objeto de nuestro estudio.
Las primeras en ser reclamadas eran parteras y allegadas, que pertenecían a la esfera doméstica. Carecían de estudios específicos y se basaban para sus actuaciones, altruistas, en la experiencia de haber sido madres, de haber visto otros partos, así como por las creencias y el saber tradicional transmitido oralmente. Estas crearon y mantuvieron una red de ayuda informal a la maternidad paralela a la pública, en un segundo plano. No fueron personajes pasivos en el devenir histórico, pues transgredieron, negociaron y cuestionaron las normas establecidas desde las esferas de poder. Su rol contaba con características universales, en tanto que estaban ligadas a la naturaleza de la mujer (biología), pero también específicas, moldeadas y retroalimentadas por circunstancias variadas.
En el plano profesional, los sanitarios eran solo reclamados en casos muy puntuales. Generalmente acudían médicos, varones, y las matronas apenas contaron con presencia en la zona.
La coexistencia entre parteras y facultativos fue tolerante.
Fue la institucionalización del parto en los centros hospitalarios la que forzó el abandono de las administradoras tradicionales del escenario. Algo asumido como lógico, favorable e inherente al progreso.
Estudios relativos al mismo tema llevados a cabo en otros puntos más o menos distantes reconocen igualmente la figura de las parteras en esas décadas centrales del siglo XX, así como su ocaso a partir de los años sesenta.
El nacimiento de un nuevo ser era un fenómeno social en tanto que la red más cercana de la parturienta participaba de él y se encargaba de satisfacer las necesidades básicas surgidas.
El lugar donde acontecía el parto era el hogar. Con la institucionalización, el paritorio pasó a ser el hospital.
Las atenciones que recibía la mujer durante la gestación eran mínimas y estaban basadas en creencias de tipo mágico-religiosas, y marcadas por condicionantes diversos.
Los cuidados durante el parto, postparto y puerperio proporcionados por parteras y allegadas eran principalmente de acompañamiento, guía, mínimos y naturales. Su base era racional y lógica, y su esencia, cuasi-científica, no difería mucho de lo que se promulgaba a nivel sanitario. Los cuidados provenientes de la esfera profesional estaban rodeados de un halo de respeto y temor, a la par que tecnificados. Si bien estos eran puntuales, poco a poco irían ganando terreno.
Se ha comparado y contrastado con lo acontecido en la misma zona a comienzos del siglo XX, así como en otros territorios más o menos cercanos geográficamente, demostrando que la dialéctica entre la localización y la globalización es una herramienta imprescindible para rentabilizar conocimientos particulares en otras sociedades.
La manera en que una sociedad organiza los cuidados en torno al nacimiento puede ayudarnos a conocer algunos de sus pilares básicos: la familia (y comunidad), la economía de subsistencia, el patriarcado, las creencias populares o las religiosas.