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, María Nabal Vicuña (dir. tes.) Nos enfrentamos a una sociedad que envejece cada vez más y que vivirá más años con enfermedad crónica, discapacidad y dependencia. Además, la sociedad evoluciona hacia un cambio de estilo de vida, donde la soledad cada vez está más presente. Ante esta situación y a medida que la enfermedad se hace más avanzada y compleja, comienzan a aparecer una serie de necesidades (físicas, sociales, emocionales, espirituales, etc.) en las personas y sus familias, que van aumentando a medida que nos acercamos al final de la vida y que no solo pueden ser satisfechas por profesionales del sistema sanitario o social, sino que también han de ser cubiertas por la comunidad. Este nuevo modelo de Atención Integral Centrada en la Persona al que están virando los Cuidados Paliativos basados en la Comunidad tiene su origen en el desarrollo de Comunidades y Ciudades Compasivas y en un enfoque de Salud Pública donde la salud es responsabilidad individual y de todos y donde se incluyen los procesos al final de la vida, agonía, muerte y duelo ya que son procesos relevantes en el curso de la vida de todos los seres humanos. Para ello se ha diseñado un nuevo modelo de innovación social teórico-práctico de desarrollo de Comunidades y Ciudades Compasivas para dar respuesta a las necesidades de las personas con enfermedad avanzada y al final de la vida. La revisión sistemática de las experiencias pioneras de este movimiento a nivel internacional, ha sido el punto de partida para diseñar un método propio replicable a otras comunidades y ciudades permitiendo la extensión de este movimiento a ciudades de España y Latinoamérica, a la vez que se ha evaluado la experiencia de la primera Ciudad Compasiva puesta en marcha en España con este método. Los resultados muestran la mejora de la calidad de vida y bienestar de las personas con enfermedad avanzada y final de vida, el aumento de las redes de cuidados y acompañamiento, un mayor número de necesidades satisfechas en las personas, la disminución de la ansiedad, depresión y soledad de los pacientes, y una mayor satisfacción de familiares. Se ha generado un verdadero movimiento social que está permitiendo provocar un cambio cultural en la manera que tenemos de afrontar los procesos de enfermedad y la muerte y en la forma en la que tenemos que implicarnos como sociedad en el alivio del sufrimiento de las personas que afrontan estos procesos al final de la vida.
