En los últimos años, ha proliferado en redes sociales la exhibición de adolescentes sometidos a castigos por parte de sus progenitores mediante el corte o rapado de su cabellera. Se presentan tres casos clínicos de pacientes menores de edad en este contexto, uno de ellos con resultado de tentativa de suicidio. Dichas intervenciones sobre la imagen del menor, con intención punitiva o correctiva, deben adquirir definitivamente el reconocimiento social e institucional de maltrato infantojuvenil. Es prioritaria su detección precoz por parte de los profesionales de la salud pediátrica, además del entrenamiento en competencias educativas parentales eficaces que promuevan la prevención primaria de esta distopía social culturalmente tan arraigada.