Celso Arango López
Estamos asistiendo estos últimos años a nivel mundial a un fenómeno similar al que hemos vivido en otras ocasiones; a la explosión de casos de menores con problemas psíquicos, traumas, dificultades de relación social, trastornos del espectro autista y otros trastornos mentales que se manifiestan bajo el paraguas de lo trans.
Ante ese fenómeno, lo que dicta la buena práctica clínica es prudencia y paciencia, precisamente todo lo contrario a precipitarse a llevar a cabo procedimientos irreversibles como se está pregonando por parte de movimientos que pretenden perpetuar las diferencias de género y confunden el sexo biológico con la identidad de género, en un ataque sin precedentes a los pilares del feminismo y de las realidades científicas.
Las sociedades deben proteger a sus menores de decisiones que, por su estado madurativo, tienen tendencia a realizar de manera más impulsiva y menos reflexiva, con mayores dificultades para evaluar riesgos y beneficios o alternativas que esas mismas personas con mayor madurez. Por eso no les dejamos que compren cigarrillos o alcohol o que conduzcan hasta que no tienen dieciocho años.