La fragilidad, una entidad que forja vulnerabilidad en quien la padece y es consecuencia del fracaso del complejo equilibrio entre los factores de estrés endógenos y exógenos, expone a la persona a un mayor riesgo de resultados negativos relacionados con la salud. Por un lado, la fragilidad actúa como acelerador del envejecimiento y, por otro lado, la diabetes, con su amplio abanico de manifestaciones, va a acelerar la fragilidad, estando, por tanto, envejecimiento, fragilidad y diabetes, íntimamente ligadas con un efecto perjudicial para la salud1.
De lo que no hay duda es del incremento exponencial de la prevalencia tanto de la edad avanzada como de la diabetes a nivel mundial, lo cual es ya un indicativo de que ambas condiciones se interrelacionan1.
La diabetes mellitus (DM) es un conjunto de enfermedades metabólicas con un factor común: la hiperglucemia; que ocurre por un defecto en la secreción de insulina, en la respuesta periférica a la misma o ambas. Lo que conduce a un síndrome caracterizado por hiperglucemia crónica y alteraciones del metabolismo de carbohidratos, proteínas y lípidos. Las manifestaciones clínicas de la DM son variadas y en muchas ocasiones inespecíficas, aunque la mayoría de los signos y síntomas están más relacionados con la hiperglucemia crónica o con la resistencia a la insulina. En la hiperglucemia crónica se afectan varios órganos: el ojo, el riñón, nervios, corazón y vasos sanguíneos. Las complicaciones incluyen retinopatía con pérdida potencial de la visión, nefropatía y fallo renal, neuropatía periférica que se complica con úlceras y amputación en las piernas y neuropatía autonómica causando síntomas gastrointestinales, genitourinarios y cardiovasculares, y disfunción sexual2.
El tratamiento de la hiperglucemia básicamente se enfoca en restablecer los niveles normales de glucosa en el torrente sanguíneo, a través de la aplicación parenteral de insulina y fluidos3.
Frailty, an entity that creates vulnerability in the sufferer and is a consequence of the failure of the complex balance between endogenous and exogenous stressors, exposes the person to an increased risk of negative health-related outcomes. On the one hand, fragility acts as an accelerator of aging and, on the other hand, diabetes, with its wide range of manifestations, will accelerate fragility, therefore, aging, fragility and diabetes are closely linked with a detrimental effect for health1.
What there is no doubt about is the exponential increase in the prevalence of both advanced age and diabetes worldwide, which is already an indication that both conditions are interrelated1.
Diabetes mellitus (DM) is a group of metabolic diseases with a common factor: hyperglycemia; which occurs due to a defect in insulin secretion, in the peripheral response to it, or both. Which leads to a syndrome characterized by chronic hyperglycemia and alterations in carbohydrate, protein and lipid metabolism. The clinical manifestations of DM are varied and often non-specific, although most signs and symptoms are more related to chronic hyperglycemia or insulin resistance. In chronic hyperglycemia, several organs are affected: the eye, kidney, nerves, heart and blood vessels. Complications include retinopathy with potential loss of vision, nephropathy and renal failure, peripheral neuropathy complicated by leg ulcers and amputation, and autonomic neuropathy causing gastrointestinal, genitourinary and cardiovascular symptoms, and sexual dysfunction2.
The treatment of hyperglycemia basically focuses on reestablishing normal glucose levels in the bloodstream, through the parenteral application of insulin and fluids3.