Ana Gimeno Fontelles, Marta Ciria Ponce, Sara Navarro González, Alba Arroyo Salinas, Patricia Fernández de Bobadilla Delgado, Julia Grau Laganga
Durante siglos, las fracturas distales del radio no fueron reconocidas por los traumatólogos. En 1814, Abraham Colles describió por primera vez el patrón de estas fracturas y desarrolló un método terapéutico que redujo significativamente la morbilidad. Actualmente, estas fracturas se consideran un grupo heterogéneo que requiere enfoques terapéuticos diversos, dependiendo de factores como la energía del trauma y la edad del paciente. Son de gran importancia social y médica, afectando a personas mayores y a individuos en edad laboral, aunque no existe un consenso absoluto sobre el tratamiento óptimo1.
Las fracturas del extremo distal del radio (FEDR) tienen una gran trascendencia social y personal, afectando a personas en edad laboral y a adultos mayores. Su incidencia ha aumentado debido al incremento de la esperanza y calidad de vida. Representan el 14% de todas las lesiones de la extremidad. El objetivo principal del tratamiento es la restitución anatómica precisa para evitar la artrosis postraumática, ya que una consolidación insuficiente afecta el funcionamiento de la muñeca. Aunque las fracturas mal reducidas no siempre presentan síntomas o limitaciones, existen numerosas clasificaciones y opciones terapéuticas que han evolucionado a lo largo del tiempo2.
El tratamiento depende del tipo de fractura, ya sea extraarticular o intraarticular, y de su estabilidad. Las fracturas que no requieren cirugía se evalúan según el grado de desplazamiento y otros criterios radiológicos. Las complicaciones pueden incluir problemas en las partes blandas, como edema, y en el hueso, lo que resalta la importancia de la atención de enfermería para prevenir complicaciones3.
En resumen, la fractura de Colles es una lesión común en mujeres mayores, y su tratamiento varía según la gravedad y el tipo de desplazamiento. La atención adecuada puede ayudar a prevenir complicaciones y asegurar una recuperación efectiva.
For centuries, distal radius fractures were not recognized by traumatologists. In 1814, Abraham Colles first described the pattern of these fractures and developed a therapeutic method that significantly reduced morbidity. Currently, these fractures are considered a heterogeneous group requiring diverse therapeutic approaches, depending on factors such as the energy of the trauma and the patient’s age. They are of great social and medical importance, affecting both elderly individuals and those of working age, though there is no absolute consensus on the optimal treatment1.
Distal radius fractures (DRFs) have significant social and personal implications, affecting working-age individuals and older adults. Their incidence has increased due to the rise in life expectancy and quality of life. DRFs represent 14% of all limb injuries. The main treatment goal is precise anatomical restoration to avoid post-traumatic arthritis, as insufficient consolidation negatively affects wrist function. Although poorly reduced fractures do not always present symptoms or limitations, there are numerous classifications and therapeutic options that have evolved over time2.
The treatment depends on the type of fracture, whether extra-articular or intra-articular, and its stability. Fractures that do not require surgery are evaluated based on the degree of displacement and other radiological criteria. Complications may include soft tissue problems, such as edema, and bone issues, highlighting the importance of nursing care to prevent complications3.
In summary, Colles’ fracture is a common injury in older women, and its treatment varies according to the severity and type of displacement. Proper care can help prevent complications and ensure effective recovery.