• La obesidad se asocia a mayor riesgo de morbimortalidad. Destaca un aumento de riesgo de enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer y es un factor de riesgo para otras afecciones graves que incluyen DM2, hipertensión, dislipemia, apnea obstructiva del sueño, osteoartritis, incontinencia urinaria, asma y esteatohepatitis no alcohólica.
• Todos los pacientes con sobrepeso (IMC≥25kg/m2) o con obesidad, (IMC≥30kg/m2) deben recibir asesoramiento sobre dieta, estilo de vida y objetivos de pérdida de peso; junto a estas estrategias y, en función del grado de obesidad, se pueden administrar fármacos u optar por la cirugía bariátrica.
• Los candidatos a terapia farmacológica incluyen personas con: un IMC≥30kg/m2, o un IMC de 27 a 29,9kg/m2 con comorbilidades, que no han cumplido los objetivos de pérdida de peso (al menos el 5% del peso total a los tres a seis meses) con una intervención integral en el estilo de vida.
• Históricamente, se han utilizado diferentes estrategias farmacológicas para el manejo de la obesidad y muchas de ellas se han asociado a graves problemas de seguridad que han provocado la retirada de un gran número de medicamentos.
• La decisión de iniciar una terapia farmacológica debe individualizarse y tomarse solo después de una evaluación de los riesgos y beneficios de todas las opciones de tratamiento.
• La terapia farmacológica actual para el manejo de la obesidad y el sobrepeso está formada por: ARGLP1 (liraglutida y semaglutida), orlistat, bupropión/naltrexona y tirzepatida; no hay datos para establecer superioridad de un medicamento respecto a otro y se debe individualizar la decisión del tratamiento en base a las características y comorbilidades asociadas de cada paciente.
• Al suspender el tratamiento farmacológico se evidencia una recuperación rápida de peso, lo que sugiere la necesidad de tratamiento a largo plazo; sin embargo, los ensayos clínicos tienen una duración limitada y faltan datos de seguridad a largo plazo.
• Si bien fármacos como liraglutida, semaglutida y tirzepatida pueden suponer un avance en personas que necesitan perder peso, no sustituyen a las políticas de mayor alcance necesarias para prevenir la obesidad y las enfermedades asociadas.