La pandemia especialmente cambió nuestra forma de trabajar en sanidad para poder afrontar un desafío histórico y global, que amenazó la vida y tensionó hasta límites insospechados nuestras capacidades, nuestra fuerza laboral. Sin embargo, este punto de inflexión sin precedentes, lejos impulsar (aunque fuera de forma reaccionaria) esa trasformación que la sanidad necesitaba para recuperarse de todas esas crisis y acompañar a los ciudadanos hacia el desarrollo de unas vidas más sanas, más igualitarias y plenas, se estancó. Incluso, en vez de suponer una revolución, supuso una involución.