La enfermedad de Parkinson es una afección atribuida al proceso degenerativo idiopático de las vías dopaminérgicas, caracterizada por temblor, rigidez muscular, acinesia, alteraciones de la postura, alteraciones del equilibrio, marcha festinante, facie inexpresiva y sialorrea entre otros. Existen multitud de escalas para valorar al enfermo de Parkinson: UPDRS (escala multidimensional, fiable y válida con pocos inconvenientes); Hoehn y Yahr (permite comparar poblaciones de pacientes con PD, pero es relativamente insensible a cambios clínicos en un mismo paciente); Ziegler-Bleton (clasificación simple, que traduce de manera global la progresión de la discapacidad motora); Escala de NUDS (evalúa la discapacidad producida por la enfermedad en las actividades de la vida diaria); Escala de Webster (basada en la Escala de Webster Original); Escala de CURS (una de las más utilizadas); Escala de la Marcha para la Enfermedad de Parkinson (permite medir los aspectos más relevantes de las alteraciones motrices del paciente); Escala de King College Hospital; Escala de ISAPD. Hoy en día los medicamentos (Levodopa, Carbidopa, Benserazida, Agonistas Dopaminérgicos, IMAO-B, ICOMT, Amantidina, medicamentos anticolinérgicos) permiten al enfermo de Parkinson aliviar eficazmente la mayor parte de sus síntomas, lo cual, combinado con la utilización de diferentes técnicas fisioterápicas dirigidas a disminuir la rigidez y el dolor, mantener una postura correcta, mejorar el equilibrio, la coordinación y la marcha, trabajar la motilidad orofacial y las transferencias, y mejorar la función cardiorrespiratoria e intestinal, permiten al paciente parkinsoniano mantener una calidad de vida aceptable.