Ana Emilia García Aguilar, Salvador García Espinosa
La pandemia producto de la propagación del virus Covid-19, ha dado pie a una modificación obligada en nuestro sistema socioeconómico, ha trastocado la normalidad en la que desarrollábamos nuestra cotidianeidad, a tal grado que ahora se habla de una nueva realidad, de la cual se desconocen sus implicaciones. La campaña de “Sana Distancia” como principal estrategia con fundamento médico, para determinar que se debe mantener una distancia mínima de 1.5 metros entre personas, obligó de la noche a la mañana a concentrar en el mismo espacio de la vivienda, las actividades propias del trabajo, la escuela y el esparcimiento; se demostró la incompatibilidad de usos en los esquemas de vivienda previamente mencionados. Frente a la “nueva normalidad pos-covid”, conviene contemplar de manera no rígida la dimensión espacio-temporal de acuerdo a los contextos culturales de cada sociedad. De forma general deben considerarse como parte de dicho espacio la distancia íntima, personal, social y pública. La estandarización de la vivienda ha llevado a que la definición de espacios monofuncionales, diseñados con base en una única actividad predominante, que ahora son obsoletos. La sana distancia nos indica que se debe re-evaluar la forma de ocupar o “vivir” los espacios, para poder plantear una forma distinta de socializar.