Cuba
Es evidente que, si queremos que la mejora de la salud funcione como estrategia para reducir la pobreza y mejorar el estado de salud de la población, en general, hemos de llegar a los pobres. Y debemos hacerlo con servicios de atención sanitaria adecuados y de gran calidad, logrando esto sería posible superar antiguos obstáculos al desarrollo humano, que desde hace largo tiempo se creían irremediables: pobreza, ignorancia, enfermedades, entornos insalubres y muerte prematura por causas prevenibles.1 Revisando la historia del desarrollo del sistema de salud, es necesario tomar como referente la Declaración de Alma-Ata, en ese documento se define la atención primaria de salud como clave para alcanzar un nivel aceptable de salud para todos los habitantes del planeta. Esa fue la base del movimiento «Salud para Todos».
Además de haber emitido un vehemente llamamiento en favor de la equidad y la justicia social, la iniciativa «Salud para Todos» desencadenó una lucha política en al menos tres frentes.
En primer lugar, se propuso incorporar la salud en el programa político de desarrollo, dar mayor relieve a la salud y aumentar su notoriedad.
En segundo lugar, se procuró ampliar el enfoque de la salud y distanciarlo del modelo puramente médico-terapéutico. Se reconoció el poder de la prevención.
También, se reconoció que la salud tiene múltiples determinantes, algunos de ellos en ámbitos no sanitarios. Eso significa que son muchos los sectores del gobierno que han de colaborar y prestar atención a sus repercusiones en la salud.
En tercer lugar, el político, la Declaración de Alma-Ata sostenía que el mejoramiento de la salud de la población y el aumento de la productividad económica y social debían ir acompañados uno del otro y fortalecerse recíprocamente. Ello significa considerar la salud como algo mucho más importante que un gravoso deber político y un pozo sin fondo, ávido de recursos públicos.1 El Dr. Halfdan Mahler, ante la Asamblea Mundial de la Salud, en 1979, dijo: «si el ser humano ha sido capaz de llegar a la luna y de explorar planetas, con toda seguridad encontraremos la manera de alcanzar nuestros objetivos», «ante todo, necesitamos determinación, una voluntad inquebrantable de superar los obstáculos, proceder por ensayo y error y nuevos ensayos, y no ceder al desaliento si progresamos más lentamente de lo que deseamos».1 Por tales motivos, se hace un llamado al desarrollo de la investigación en la atención primaria de salud a partir de los problemas identificados en las comunidades, estableciendo y desarrollando intervenciones que a través de la promoción de salud y prevención de enfermedades se logre aumentar la percepción de riesgo y con ello la disminución de incidencia y prevalencia de las enfermedades prevenibles, estimulando la participación activa y consciente de la población y demás sectores de la comunidad.
Hoy es una realidad que la globalización de los mercados laborales ha contribuido al éxodo en masa de personal sanitario de los países que invirtieron en su formación. La OMS estima que, solamente para dispensar atención esencial, hacen falta urgentemente cuatro millones de profesionales sanitarios en más de la cuarta parte de los países del mundo. Este gran fenómeno pone en detrimento la calidad de la atención brindada a la población, así como la calidad y la cantidad de investigaciones realizadas por los profesionales de la salud en aras de solucionar los problemas existentes; dentro de ellos cabe destacar las enfermedades crónicas, consideradas durante mucho tiempo algo propio de las sociedades prósperas, hoy se han desplazado. Ahora los países de ingresos medianos y bajos soportan la mayor parte de la carga de morbilidad debida a esas enfermedades.1 El aumento de las enfermedades crónicas conlleva una pesada carga adicional para los sistemas sanitarios, es más, los costos de la atención sanitaria que precisan esas enfermedades pueden tener efectos catastróficos para familias ya empobrecidas y sumirlas aún más en la pobreza.2 Por todo lo anterior, creemos hoy indispensables la inversión en la formación y la capacitación del recurso humano de profesionales de la salud. Retomamos las palabras del actual presidente de la OMS reconociendo la labor tanto asistencial como investigativa de estos profesionales:
«Una de las enseñanzas que espero que el mundo aprenda de la COVID-19 es que debemos invertir en el personal de enfermería y de partería».3 «Estamos comprometidos a apoyar a los países a corregir ese déficit y a velar por que el personal de enfermería y de partería reciba la formación que necesita, el reconocimiento que merece, y condiciones y sueldos dignos por su trabajo».3 Hoy estamos en momentos muy superiores a los que determinaron la salud para todos en el año 2000, pero sin duda son otros los problemas de salud que aquejan a nuestros pobladores. Por lo que, el compromiso del gremio profesional de la salud es, unido a otros sectores de la comunidad, sumergirse en identificar los problemas, estudiarlos y ofrecer a la comunidad científica alternativas para solucionarlos.