La Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó al año 2020 “Año de la Enfermera y la Partera”,1 en claro reconocimiento a la labor que realizan ambas profesionales y en conmemoración del 200 aniversario del nacimiento de Florence Nightingale. Pero, mientras a nivel nacional y mundial, muchas instituciones, establecimientos, organizaciones, asociaciones de profesionales, sistemas de atención y otras agrupaciones se alistaban para reconocer la labor y aporte de las enfermeras en el progreso de la salud y el bienestar del individuo, familia y comunidad; nadie vaticinó que el 2020 sería el año de una aterradora crisis de salud a nivel mundial que mutilaría innumerables familias.
Actualmente, el mundo entero continúa combatiendo el impacto de la pandemia de coronavirus (COVID-19 y sus variantes), se vienen llevando a cabo incansables jornadas de vacunación dirigidas a proteger a la población vulnerable. A pesar de que algunos centros de hospitalización destinados a la atención de pacientes con COVID-19 están siendo cerrados, es loable reconocer que el profesional de enfermería ha estado presente en estos centros desde el primer caso y continúa estándolo, siempre desempeñando un papel primordial, verosímil y permanente en primera línea.