La pandemia nos arrojó un escenario desolador con cifras que aún hoy, no han sido del todo recuperables; principalmente, para las mujeres y niñas, y los datos indican que los retos actuales, a pesar de ser globales, impactan de manera muy diferenciada en función del sexo. Así, empezábamos el nuevo año esperanzadas por el espacio de políticas globales que iban incorporándose a la agenda mundial; políticas palanca que hablaban de recuperación, reconstrucción y resiliencia, tres palabras llamaban a la acción entorno a dos líneas claras: aumentar las capacidades y disminuir vulnerabilidades. Porque no existe otra fórmula posible para generar sociedades resilientes que no tenga en cuenta la vigilancia, y monitorización de riesgos y factores que dejan atrapadas a las personas en un ciclo de vulnerabilidad. De esta forma, la COVID se enmarcó inicialmente como crisis sanitaria sin embargo, para su superación fue imprescindible la adopción de una perspectiva global y no tanto local, conectando territorios e interpelando a toda una comunidad mundial.