Entre un 10 y un 36% de las patologías traumáticas están relacionados con la actividad física. De estas hasta un 12% afectan a la región craneofacial (CF) y su incidencia aumenta preocupadamente año tras año. Para que entendamos la magnitud del problema, solo en EE. UU., se producen casi 4 millones de traumatismos CF que requieren visita médica. El futbol americano y el hockey sobre hielo, los deportes más lesivos.
La investigación sobre el mecanismo de lesión CF en los últimos años se ha centrado en su etiopatogenia y en las estrategias para minimizar su gravedad. Se han aplicado cambios en los reglamentos y desarrollados equipos de protección que han ido evolucionado y mejorando a lo largo de los años.
Con las medidas adoptadas ha disminuido la gravedad de las lesiones CF, pero los efectos sobre las conmociones cerebrales no son tan positivos. Además, muchas conmociones no son informadas por el deportista por temor a ser descalificados.
Los cascos fueron uno de los primeros métodos de protección personal y aún lo continúan siendo. Son el mejor método de prevención contra el TCE moderado o grave, sin embargo, no hay datos positivos sobre su eficacia contra los leves (conmoción cerebral).
Cada casco, está diseñado para proteger contra los posibles impactos que ocurren en la cabeza en cada deporte.
Los cascos reducen la posibilidad de una lesión cerebral traumática grave después de una colisión al reducir la aceleración de la cabeza en el impacto, disminuyendo tanto la colisión entre cerebro-cráneo como la desaceleración repentina que provoca una lesión axonal.