«Fuego en la boca» es la sintomatología que debían referir los pacientes visitados por Hipó-crates cuando en el siglo i v a.C. acuñó el nombre de «afta» (del griego arder o quemar). Lo utilizó para designar las lesiones ulcerativas supericiales y dolorosas que aparecían en las mucosas orales no queratinizadas de aquellos pacientes. Tuvieron que pasar 23 siglos hasta que Von Mikulicz y Kummel hiciesen en 1898 la primera descripción cientíica de lo que hoy se conoce como estomatitis aftosa recidivante (EAR), aftosis oral o simplemente aftas.