Paloma Sobrado Calvo, Edmundo Usón González, Julia Suárez Blázquez, Jaume Mirallas
Para cualquier actividad que el hombre desarrolla es necesario que tenga la mejor visión posible, a fin de que pueda llevarla a cabo con destreza. Pero cuando hablamos de buceo, la necesidad de una adecuada visión es aún mayor, puesto que un déficit en la misma puede interferir en la práctica correcta de dicha actividad. Es evidente que, sin ningún tipo de compensación, bajo el agua vemos mucho peor que en la superficie. El objetivo del presente artículo es la comprensión de los cambios que sufre la visión bajo el agua y los medios de los que se dispone para evitarlos.
Pero antes de adentrarnos en este tema, tendremos que conocer previamente de qué manera se forma la imagen de los objetos que miramos, es decir, comprender el complejo mecanismo de la visión. Dos son los componentes orgánicos de la misma: por un lado, el ojo, que a pesar de ser el órgano de la vista por excelencia, es un simple receptor de la radiación luminosa, y por otro el cerebro, procesador de la señal y verdadero artífice de la percepción visual. Para que todo ésto llegue a buen término es necesaria la presencia de un elemento externo, la luz.