Andrés Martínez Cordero, María Begoña Martínez Jarreta, Rafael Hinojal Fonseca
Entre varones y mujeres existen diferencias constitucionales y de musculatura que generan distintos rendimientos deportivos y que son resultado en gran medida de diferencias hormonales. Es por ello que desde siempre han competido por separado los individuos de diferente sexo.
Al comienzo de los Juegos Olímpicos de 1968, el Comité Olímpico Internacional (COI) solicitó por primera vez que los sujetos que tomaban parte en las competiciones deportivas presentasen evidencia de su "femineidad" o de su "sexo femenino". La misma regla fue incorporada en los Juegos Internacionales, en algunos Juegos Mundiales y Regionales, y en algunos Campeonatos Nacionales. Con ello se intentaba evitar actitudes dolorosas, distintas al doping, que hicieran peligrar el principio de igualdad de oportunidades, como son los intentos de enmascarar a varones en eventos deportivos destinados a mujeres.
Recientemente, numerosos expertos y eminentes científicos, entre los que se encuentra algún Premio Nobel, como el Prof. Jean Dausset, se han manifestado abiertamente en contra de las técnicas que se utilizan para la determinación del sexo en las competiciones deportivas. A sus quejas sobre aspectos científicos añaden otras sobre aspectos éticos.
En este trabajo vamos a analizar un recuerdo histórico de la polémica que ha rodeado la determinación del sexo genético, desde el momento de su primera aplicación hasta nuestros días, y un análisis de las diversas opiniones existentes al respecto.