Desde finales del s.XX, la proporción de personas de edad avanzada ha ido en constante aumento, sin embargo, a pesar del aumento de la esperanza de vida, la calidad de esta no lo ha hecho a la par, si no que la consecuencia ha sido un aumento del número de patologías por persona.
La constante lucha del ser humano contra la enfermedad ha potenciado el desarrollo científico que nos ha llevado a disponer de nuevos y mejores medicamentos, aumentando así no solo las expectativas de la población sino también el intervencionismo de los profesionales sanitarios; hoy en día, la mayoría de los actos sanitarios terminan con la solicitud de una prueba o una prescripción farmacéutica.
Aunque los fármacos surgieron para tratar enfermedades y la consecuencia lógica a la pluripatología podría ser la polifarmacia, no hay que olvidar que el uso excesivo o el mal uso puede acabar siendo más perjudicial que beneficioso. En el caso de los ancianos, se trata de pacientes especialmente vulnerables a la hora de prescribirles medicación pues, a la poca evidencia que existe sobre la eficacia y seguridad de los medicamentos en esta población, hay que añadir los cambios en la farmacocinética y la farmacodinamia, el deterioro cognitivo y/o funcional o las comorbilidades.
Es por este motivo que la desprescripción, aunque es beneficiosa para todos los pacientes, cobra especial interés en los pacientes más frágiles y los polimedicados. La principal estrategia sería la evaluación del objetivo terapéutico para discontinuar lo innecesario, reajustar la dosis y adecuar las prescripciones a su estado y expectativa de vida, teniendo en cuenta su opinión. El objetivo debe ser la búsqueda y resolución de posibles discrepancias para cerciorarse de que son adecuados y seguros para el paciente.
Since the end of the 20th century, the proportion of elderly people has been constantly increasing, however, despite the increase in life expectancy, the quality of life has not kept pace, and the consequence has been an increase in the number of pathologies per person.
The constant struggle of human beings against illness has boosted scientific development that has led to new and better medicines, thus increasing not only the expectations of the population but also the interventionism of healthcare professionals; nowadays, most healthcare acts end with a request for a test or a pharmaceutical prescription.
Although drugs were developed to treat diseases and the logical consequence of multi-pathology could be polypharmacy, it should not be forgotten that overuse or misuse can end up being more harmful than beneficial. In the case of the elderly, these patients are particularly vulnerable when it comes to prescribing medication because, in addition to the little evidence that exists on the efficacy and safety of medicines in this population, there are also changes in pharmacokinetics and pharmacodynamics, cognitive and/or functional deterioration and comorbidities.
It is for this reason that deprescribing, although beneficial for all patients, is of particular interest in frail and polymedicated patients. The main strategy would be the assessment of the therapeutic objective in order to discontinue what is unnecessary, readjust the dose and adapt prescriptions to their condition and life expectancy, taking into account their opinion. The aim should be to seek and resolve possible discrepancies to ensure that they are appropriate and safe for the patient.