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Lidia Balibrea Zúñiga, Salvador Postigo Mota (coord.) 
Actualmente en España estamos ante un cambio progresivo en la pirámide poblacional. La que debería tener forma triangular, está siendo invertida dado el aumento de la esperanza de vida de las personas mayores y las bajas tasas de natalidad del país. Este proceso se denomina “Envejecimiento demográfico” y se acompaña de importantes consecuencias a largo y corto plazo como es el problema de las pensiones.
La vejez se trata de una época de cambios, tanto físicos como psicológicos y sociales que confluyen negativamente en una mayor vulnerabilidad a padecer ciertas patologías características de la edad como las enfermedades cerebrovasculares o del corazón. Esto es lo que se conoce como “fragilidad”, una cualidad descriptiva del adulto mayor que se caracteriza por la predisposición del mismo a perder progresivamente su autonomía, convirtiéndose en una persona dependiente de cuidadores para poder llevar a cabo las actividades básicas de la vida diaria. Es por ello, que en numerosas ocasiones acaban ocupando una plaza en las residencias de mayores, las cuales son consideradas ”pequeños hospitales” por disponer de todos los cuidados y atención sanitaria necesaria.
Sin embargo, existe un malestar manifiesto entre los profesionales del sector debido a la precariedad a la que se enfrentan. La falta de recursos materiales y los sueldos infravalorados pueden llegar a repercutir en la calidad de la asistencia sanitaria que les prestan a los mayores.
Pero en contraposición a los aspectos negativos asociados al envejecimiento, también contiene cuestiones positivas, teniendo en cuenta la amplísima madurez y experiencia con la que se enfrentan y superan las barreras que se les presentan.
Currently in Spain we are facing a progressive change in the population pyramid. The one that should have a triangular shape, is increasingly inverted given the increase in life expectancy of the elderly and the country’s low birth rates. This process is called “demographic aging” and is accompanied by important consequences in the long and short term, such as the problem of pensions.
Old age is associated with a time of changes, both physical and psychological and social, which negatively converge in a greater vulnerability to certain pathologies characteristic of age, such as cerebrovascular or heart diseases.
This is what is known as “fragility”’, a descriptive quality of the elderly that is characterized by their predisposition to progressively lose their autonomy, becoming a person dependent on caregivers to be able to carry out the basic activities of the daily life. That is why, on numerous occasions, they end up occupying a place in nursing homes, which are considered “small hospitals” because they have all the necessary care and health care. However, there is a clear discomfort among professionals in the sector due to the precariousness they face. The lack of material resources and undervalued salaries can have an impact on the quality of health care provided to the elderly.
But in contrast to the negative aspects associated with aging, it also contains positive issues, taking into account the vast maturity and experience with which they face and overcome the barriers that are presented to them.
