Resultados de las investigaciones recientes dejan poco margen de duda de que tanto el ejercicio de resistencia como el intermitente de alta intensidad se ven limitados por la deshidratación, además de por la depleción de las reservas de glucógeno. La ingesta de líquido antes y a intervalos regulares durante el ejercicio pueden retrasar la fatiga y mejorar el rendimiento, además de combatir los efectos negativos de la deshidratación sobre la termorregulación y el aparato cardiovascular. El consumo de bebidas electrolíticas carbohidratadas parece ser más eficaz que el agua, en especial para mejorar el rendimiento durante los últimos minutos de muchos eventos deportivos. Después del ejercicio, es imprescindible realizar una óptima hidratación para acelerar la recuperación, sobre todo en aquellos deportes con sesiones de entrenamiento o calendarios muy ajustados. Debido a los múltiples factores fisiológicos y ambientales que afectan al sudor u a la ingesta y absorción de líquidos, es difícil establecer una estrategia universal de hidratación. Cada deportista debe buscar su estrategia individual de hidratación. Una propuesta simplificada es la de beber 5100 ml de líquido 1 hora antes del ejercicio 150-200 ml cada 15 a 20 más durante el ejercicio y después hasta el 150% del peso perdido, para compensar las pérdidas por sudor y orina. Si se opta por una bebida deportiva en lugar de agua, la concentración más adecuad de carbohidratos es entre 6-8%, con 0,5-0,7 g/L de sodio, consumida a una temperatura entre 8-12ºC.