Elena Pola Ferrández, Soledad Justo Gil, Inés Zuza Santacilia, Sara Gil Tarragato, Pilar Campos Esteban
Nuestro país ha alcanzado una de las esperanzas de vida más altas del mundo, pero este incremento no se ha acompañado de un crecimiento similar en años de vida en buena salud. Para dotar de calidad de vida los años ganados, es fundamental mantener la capacidad funcional de las personas a medida que envejecen, actuando en factores que son modificables y, por tanto, sujetos a intervención, como la fragilidad. Por ello, ésta fue una de las intervenciones priorizadas en la Estrategia de Promoción de la Salud y Prevención en el SNS (EPSP), que comenzó en el año 2013. En el esfuerzo colectivo por afrontar el reto del abordaje de la fragilidad, las comunidades y ciudades autónomas (CCAA) han tenido un papel fundamental en la implementación de acciones sobre la prevención de la fragilidad y caídas en la persona mayor. La evaluación de 2019 del Documento de consenso sobre prevención de fragilidad y caídas en la persona mayor, arrojó datos muy positivos, con una implementación alta o muy alta en las CCAA.
La pandemia de COVID-19, ha condicionado también el abordaje de la fragilidad. Ésta se ha mostrado como un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad y fallecimiento, a la vez que la COVID-19 se ha manifestado como una enfermedad fragilizante. Para facilitar la atención de las personas mayores y el abordaje de la fragilidad desde el Ministerio de Sanidad, en el seno del Grupo de Trabajo de Fragilidad 2 y Caídas de la EPSP, se desarrolló el documento de Recomendaciones para el abordaje de la fragilidad en situación de crisis sanitaria generada por la COVID-19. El futuro del abordaje de la fragilidad en la EPSP está recogido en la Hoja de Ruta para el abordaje de la Fragilidad, elaborada en el marco de la EPSP y de la Acción Conjunta ADVANTAGE, mediante la que se propone contribuir a convertir la fragilidad en una prioridad de salud pública y a promocionar su abordaje a nivel poblacional e individual, incluyendo su prevención, detección precoz poblacional y vigilancia/monitorización, desde un modelo integrado y coordinado de cuidado, sin olvidar el fortalecimiento de la formación e investigación.
En la situación actual de tensión del sistema socio-sanitario, que se ha manifestado a partir de la crisis por la COVID-19, es necesario articular cómo continuar prestando una atención de calidad, no solo a la situación aguda, sino también a otras situaciones como la fragilidad, la atención de las enfermedades crónicas, síndromes geriátricos y a las necesidades físicas, mentales y sociales. Una expectativa de vida libre de discapacidad debe basarse en la promoción de un envejecimiento activo y saludable que garantice que las personas mayores mantengan la máxima capacidad funcional. Para ello es fundamental evaluar y prevenir o revertir la fragilidad, evitando la progresión hacia la discapacidad y la mayor sobrecarga del sistema, las personas, familias y la sociedad en su conjunto.
Our country has achieved one of the highest life expectancies in the world, but this increase has not been matched by a similar growth in healthy life years. Maintaining people’s functional capacity as they grow older is essential to provide quality of life for the years they have gained, acting on factors that are modifiable and therefore subject to intervention, such as frailty. This is why it was one of the prioritised interventions in the Prevention and Health Promotion Strategy of the Spanish NHS, which began in 2013.
In the collective effort to meet the challenge of addressing frailty, the Autonomous Communities and Cities (AACC) have played a key role in implementing actions on the prevention of frailty and falls in the elderly. The 2019 evaluation of the 3 Consensus document on frailty and falls prevention among the elderly showed very positive data, with high or very high implementation in the AACC.
The COVID-19 pandemic has also conditioned the approach to frailty. Frailty has been shown to be a risk factor for the development of illness and death, while COVID-19 has been shown to be a frailty generator. To facilitate the care of the elderly and the approach to frailty, the Ministry of Health, within the EPSP Frailty and Falls Working Group, developed the document of Recommendations for the approach to frailty in the health crisis situation generated by the COVID-19.
The future of the approach to frailty in the EPSP is set out in the Roadmap for Addressing Frailty, developed in the framework of the EPSP and the ADVANTAGE Joint Action, which aims to contribute to making frailty a public health priority and to promote its approach at population and individual level, including prevention, early population detection and surveillance/monitoring, from an integrated and coordinated model of care, without forgetting the strengthening of training and research.
In the current situation of tension in the socio-health system, which has manifested itself since the COVID-19 crisis, it is necessary to articulate how to continue to provide quality care, not only for the acute situation, but also for other situations such as frailty, care for chronic diseases, geriatric syndromes and physical, mental and social needs. A disability-free life expectancy must be based on the promotion of active and healthy ageing to ensure that older people maintain maximum functional capacity.
To this end, it is essential to assess and prevent or reverse frailty, avoiding progression to disability and further overburdening of the system, individuals, families and society as a whole.