En todo el mundo, las enfermeras trabajan bajo una enorme presión para prestar atención a pacientes enfermos y moribundos durante la pandemia. Muchas hacen frente a un mayor estrés y a otros efectos negativos en su salud mental. También se enfrentan a la posibilidad de infección y muerte por el COVID-19. Antes de la pandemia, existía una escasez mundial de enfermeras, pero es probable que esto se agrave por las mayores demandas de atención durante el COVID-19, así como por la atención habitual a pacientes sin este virus. Una seria preocupación es que la pandemia y los múltiples efectos sobre la profesión de enfermería exacerbarán el desgaste de la enfermería y su mala salud mental en el futuro.
Otra preocupación es si la profesión podrá atraer a un número suficiente de enfermeras para atender a las poblaciones en el futuro. Los gobiernos y los políticos sanitarios de todo el mundo deben invertir en enfermería y atención sanitaria y prestar atención a las necesidades de los sistemas sanitarios para garantizar una población sana. Se argumenta que, sin esto, las economías ni se recuperarán ni prosperarán y los sistemas sanitarios no podrán prestar una atención de calidad.