Manuel Amezcua Martínez
Los ciudadanos de la época moderna, muy acostumbrados a oleadas periódicas de brotes pandémicos, vivieron las crisis sanitarias con un ojo puesto en el hospital y otro en el firmamento. Los hospitales de la peste se erigieron en un intento por contener el contagio y salvar el mayor número de vidas posibles, pero el confinamiento de enfermos y enfermeros en los muros del hospital unió en muchos casos su destino. Con recursos siempre insuficientes, las epidemias sirvieron de escenario de experimentación de un incipiente modelo de cuidados que supuso una profunda reforma hospitalaria, con epicentro en Andalucía.