Tarek Sidawi Urbano, Javier Garau Alemany
La mortalidad de la infección por SARS-CoV-2 y del COVID-19 reportados en diferentes partes del mundo varían notablemente, cambian en el tiempo y reflejan, entre otras, las importantes diferencias en las características de la población infectada y la desigualdad en el acceso a la asistencia sanitaria. Analizamos en este artículo la mortalidad de la infección, las tasas de mortalidad de la enfermedad, las diferencias e importancia entre la mortalidad estimada y la mortalidad contada y, por último, la mortalidad comparada entre la gripe y el COVID-19. Las cifras de TMI globales más ajustadas a la realidad son del 0,7%, aproximadamente. Es probable que la verdadera tasa varíe según la región geográfica. Las cifras de mortalidad de la primera oleada se vieron afectadas por la baja capacidad diagnóstica al estar muy restringidas las pruebas diagnósticas mediante PCR. Probablemente hubo muchos más pacientes afectos y fallecidos por la COVID-19 de los reportados, dando lugar a una infraestimación de la mortalidad, explicándose en el caso español las discrepancias entre las cifras de exceso de mortalidad y las cifras oficiales reportadas por el Ministerio de Sanidad de España. Un resumen provisional de la mortalidad hospitalaria global por COVID-19 es del 15% al 20%, pero esta cifra puede superar el 40% en los pacientes que ingresan en la UCI. En cualquier caso, las tasas de mortalidad varían entre las diferentes cohortes, reflejando diferencias en la confirmación de la infección e identificación de casos, distintos umbrales de hospitalización y diferencias en el pronóstico. La mortalidad hospitalaria va desde menos el 5% de los pacientes hospitalizados menores de 40 años al 35% para los pacientes de 70 a 79 años y mayor del 60% para los pacientes de la franja de edad de 80 a 89 años.
El fracaso de la sociedad civil y de sus líderes políticos, al no tomase en serio los pasos adecuados para prevenir la transmisión viral, han hecho a las naciones más vulnerables. Si bien la próxima distribución de vacunas efectivas es sin duda un factor de esperanza para el 2021, hay que decir que esta solución no llegará lo suficientemente pronto como para evitar el aumento continuado de hospitalizaciones. La necesidad de que la población se tome de una vez en serio a la enfermedad se hace más perentoria que nunca.
The mortality of the CoV-SARS-2 and COVID-19 infection reported in different parts of the world vary considerably, change over time and reflect, among others, the important differences in the characteristics of the infected population and the inequality in the access to healthcare. We analyze in this article the mortality of the infection, the mortality rates of the disease, the differences and importance between the estimated mortality and the counted mortality and, finally, the mortality compared between influenza and COVID-19. The global IMR figures that are more in line with reality are approximately 0.7%. The true rate is likely to vary by geographic region.
The mortality figures of the first wave were affected by the low diagnostic capacity as diagnostic tests by PCR were highly restricted. There were probably many more patients affected and died by COVID-19 than those reported, leading to an underestimation of mortality, explaining in the Spanish case the discrepancies between the excess mortality figures and the official figures reported by the Ministry of Health from Spain.
A provisional summary of global hospital mortality from COVID-19 is 15% to 20%, but this figure can exceed 40% in patients admitted to the ICU. In any case, mortality rates vary between the different cohorts, reflecting differences in the confirmation of infection and identification of cases, different thresholds for hospitalization, and differences in prognosis. Hospital mortality ranges from less than 5% of hospitalized patients under 40 years of age to 35% for patients between 70 and 79 years of age and greater than 60% for patients in the age range of 80 to 89 years.
The failure of civil society and its political leaders, by not taking the proper steps seriously to prevent viral transmission, has made nations more vulnerable. While the upcoming distribution of effective vaccines is undoubtedly a factor of hope for 2021, it must be said that this solution will not arrive soon enough to avoid the continued increase in hospitalizations. The need for the population to take the disease seriously is becoming more urgent than ever.