Este artículo pretende compartir las reflexiones sobre la acción comunitaria en que la Agència de Salut Pública de Barcelona ha estado involucrada en la emergencia de COVID-19. El trabajo realizado puede ordenarse en tres etapas, frecuentemente solapadas: detectar necesidades o problemas, e informar; contactar con las personas participantes y agentes territoriales para valorar qué hacer y cómo hacerlo; y adaptar las intervenciones a la “nueva normalidad” y generar respuestas con los activos comunitarios a las necesidades detectadas. Los problemas emergentes incluyeron: no poder realizar el confinamiento (por falta de casa, condiciones materiales, vivir en situación de violencia); brecha digital (falta de conocimientos, dispositivos, acceso a Wifi); mayor exposición al COVID-19 en los trabajos esenciales pero precarizados, feminizados y racializados (cuidados, limpieza, alimentación), frecuentes en los barrios en que trabajamos; barreras idiomáticas y culturales para seguir las recomendaciones; pérdida de empleo; ingresos insuficientes para cubrir necesidades básicas;
dificultades de conciliación; aislamiento social; y deterioro de la salud emocional provocado por la situación.
Durante el proceso, algunas intervenciones se adaptaron para continuar de forma telemática, y se intentaron cubrir las necesidades primarias sobre conocimientos y dispositivos de algunas personas participantes a través de las redes solidarias y recursos existentes. La acción comunitaria en salud, desde una mirada crítica, interseccional y local, mediante trabajo intersectorial y la participación de la comunidad, puede contribuir a: facilitar una respuesta adaptada al contexto en caso de crisis sanitaria y mitigar los efectos derivados de esta crisis económica y social.
This paper aims to share the reflections related to the community actions in which the Agència de Salut Pública de Barcelona has been involved during the emergency of COVID-19. The tasks carried out can be arranged in three stages, frequently overlapping: detection of needs and problems; contact with key stakeholders to assess what to do and how to do it; adaptation of the interventions to the “new normal” and generation of new responses. The emerging problems included: not being able to do the confinement (due to homelessness, material conditions, living in a situation of violence); digital gap (lack of knowledge, devices, access to Wifi); greater exposure to COVID-19 in the essential but precarious, feminized and racialized jobs (care, cleaning, food shops) that are the most frequent in the neighborhoods in where we work; language and cultural barriers that preclude to follow recommendations;
to lose employment; insufficient income to cover basic needs; social isolation; and the deterioration of emotional health caused by the situation. During the process, some interventions were adapted to be delivered on-line.
Solidarity networks and local resources were key to meet basic needs, but also other needs related to lack of digital knowledge or device. Community action in health, from a critical, intersectional and local perspective, and with intersectoral work and community participation, can contribute to: facilitate a contextualized response in the event of a health crisis; mitigate the effects derived from its economic and social crisis.