Francisco Herrera Rodríguez (res.)
A finales de enero de 2020 se presentó en Cádiz el libro del profesor José Antonio Hernández Guerrero, La soledad de los ancianos, tan solo unas semanas antes de que se decretara el estado de alarma en España, el 14 de marzo, por la citada pandemia que aún seguimos padeciendo y que cruelmente ha afectado a tantas residencias de ancianos. Premonitoria presentación de un libro en el que se encuentra, sin lugar a dudas, una veta ciceroniana, pero también una reivindicación implícita de la necesidad de humanizar en las sociedades occidentales la asistencia a los ancianos, en los domicilios o en las citadas residencias, sobre todo en una época en que la longevidad de las personas ha aumentado, en estas circunstancias muchas personas resisten bien el paso del tiempo, pero otras quedan prisioneras de las enfermedades crónicas, la parálisis o los diversos tipos de demencias. O inermes ante el desposeimiento de lo que ha sido su trabajo durante décadas, la vejez entonces se convierte en un momento propicio para borrar los esfuerzos de las personas y sumirlos en las lagunas negras del olvido.