En nuestro medio asistencial aparece cada día con mayor incidencia el hecho del maltrato que sufren las personas mayores. Ante este desafío, los profesionales de la enfermería geriátrica y gerontológica sentimos la necesidad de conocer el sentido profundo que da razón de la bondad interna de nuestros cuidados; y así, excluir cualquier derivación de malos tratos, algo naturalmente incompatible con nuestra conducta profesional. La cuestión, pues, que late al fondo de nuestras funciones es de raíz ética.
En el presente artículo, además de hacer presente el fenómeno de los malos tratos a los ancianos, iniciamos el diseño de un marco ético, de carácter normativo, que nos proporciona el sentido de los cuidados geriátricos, indicando cuatro elementos constitutivos de la conducta profesional: la alteridad real �del otro� ser humano; la vulnerabilidad que conlleva ser anciano; nuestra responsabilidad como profesionales del buen trato; y el principio de no-maleficencia que, en términos de justicia, debe vertebrar la atención de nuestros mayores.
Descubrir la bondad interna que �de suyo� acredita el cuidado a los mayores, nos permite descubrir también la imposibilidad de separar cuidados y buen trato a nuestros mayores.