A lo largo de la historia la figura médica ha pasado del chamán, dónde se utilizaban curaciones emanadas de la magia y la religiosidad; a la figura omnipotente, dónde se sobreentiende que el médico tiene toda las soluciones para conseguir nuestro bienestar y reponer nuestra salud. Atravesando el paternalismo tradicional que ha marcado esta disciplina durante siglos. Esta idea basada en que la medicina tiene la solución a todos los problemas de salud, conlleva tanto a que las actitudes del personal sanitario vayan enfocadas a la salvaguarda de la vida biológica, un bien que debe ser salvado ante todo pronóstico, cómo a que los propios familiares quieran salvar la vida de su ser querido, sin importar las consecuencias de esa decisión y sin escuchar las nulas posibilidades de éxito. Todo esto hace que se intente por todos los medios preservar la vida del paciente, sin atender la decisión de nuestro objeto del cuidado, que quizá sea la de morir con dignidad. Se entiende por encarnizamiento terapéutico, furor, obstinación o distanasia a la realización de prácticas clínicas diagnósticas [seguir leyendo].