Es un reto entender porque algunas personas presentan mayor vulnerabilidad a la adicción por las drogas. Se han estudiado factores psicológicos y sociales, sin tener suficientemente en cuenta que las diferencias de susceptibilidad a los efectos psicoactivos de las drogas es muy diferente en cada sujeto. La investigación preclínica y los estudios de neuroimagen sugieren que esta vulnerabilidad puede depender de deficiencias en los dopaminérgico, el glutamatérgico y el opioidérgico. Tras la fase inicial de exposición al consumo de drogas, la continuación en el mismo resulta en neuroadaptaciones cerebrales específicas que conllevan una mayor labilidad del sistema nervioso y un aumento de la dificultad de eliminar la dependencia. No obstante, excepto en el caso de la existencia de patologías psiquiátricas asociadas y previas, el riesgo biológico de adquirir drogodependencia es muy similar para todos. Por ello, más que indagar en aquellos factores biológicos que promueven vulnerabilidad a la drogadicción, deberíamos hacerlo en los factores ambientales psicosociales que protegen de ese general riesgo biológico.
Desde la psicofarmacología experimental se pueden obtener indicaciones de cómo contrarrestar el consumo de drogas, especialmente en la fase inicial de exposición a estas sustancias.
Se discuten tres ejemplos: el castigo, el coste de mantenimiento de la conducta adictiva y el ofrecimiento de reforzadores alternativos a las drogas para demostrar que es posible interveni ambientalmente.
Verdaderamente, no deberíamos decir que los factores genéticos han inducido una mayor vulnerabilidad en unas personas que en otras, sino que no han existido factores ambientales protectores o no han sido suficientemente eficaces.