A finales de los 90 del pasado siglo, quizás nadie imaginó que Internet absorbería con el tiempo espacios sociales, políticos, económicos y culturales. Cuando el término de Web 2.0 se asentó en el universo digital y en la sociedad, las condiciones de privacidad, espacio y tiempo se vieron agotados por el mismo avance que este representaría años después. Y entonces, comenzaron a surgir alteraciones en el planeta, eclosionaron nuevos lazos de identidad, de relaciones superfluas, se crearon comunidades y movimientos virtuales en el que los desamparados empezaron por buscar espacios de reconocimiento y seguridad ante las amenazas del mundo exterior. El propósito del artículo es analizar los efectos que Internet ha provocado en los habitantes del globo y, en particular, sobre las anomalías que se esconden y emergen detrás de la red social más poderosa del planeta, Facebook. En este trayecto, el estudio se deriva del modelo cualitativo hermenéutico–interpretativo, de la investigación teórica y del razonamiento teórico de los sociólogos Zygmunt Bauman y Manuel Castells. Los resultados muestran que en este matiz de la modernidad líquida, tras el desamparo, las sociedades se muestran vulnerables a las secuelas de las redes sociales, es así que el gigante azul, Facebook, comienza por adueñarse y a recrear una comunidad ideal en el ciberespacio, acogiendo a miles de usuarios, en el que sentirse solos, ya no es una posibilidad. Sin embargo, entre las rarezas del ecosistema líquido, está en que el ideal, el sueño en sí, termine para muchos siendo una pesadilla.