José Luis Pinto Prades, José María Abellán Perpiñán
El objetivo fundamental de este artículo es mostrar las ventajas que tendría para el Sistema Nacional de Salud (SNS) español la implantación formal de la farmacoeconomía como uno de los criterios para hacer efectivo el principio de “financiación selectiva y no indiscriminada”, establecido en la vigente Ley de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios.
El crecimiento sostenido del gasto farmacéutico ha motivado que la política farmacéutica de muchos países se haya centrado tradicionalmente en las medidas de contención de costes. Ejemplos de este tipo de iniciativas son, entre otros, las medidas de control directo de los precios de los productos farmacéuticos o el establecimiento de aportaciones al SNS por volumen de ventas. La relativa ineficacia de esas políticas ha conducido a un número creciente de países a utilizar la evidencia farmacoeconómica como herramienta para ayudar a tomar decisiones sobre la financiación pública de los nuevos medicamentos. A esta utilización de la farmacoeconomía se la denomina cuarta garantía.
En este artículo revisamos algunas de las experiencias internacionales de cuarta garantía más desarrolladas, de las cuales extraemos algunas enseñanzas de posible aplicación para la regulación pública del mercado farmacéutico español, el cual padece varios problemas crónicos como, por ejemplo, un consumo de recetas elevado, una reducida cuota de mercado de los genéricos y una aportación decreciente de los usuarios.
El conjunto de medidas adoptadas por el regulador español para intentar abordar esos problemas ha girado en torno al control de los precios y del gasto, prestando menos atención a la selección de la oferta pública de medicamentos (reembolso) y a la orientación de la prescripción (demanda). El efecto de las medidas que se han ido introduciendo hasta hace muy poco ha sido fundamentalmente coyuntural, de manera que el gasto farmacéutico tiende a repuntar en cuanto el impacto inicial es asimilado, si bien parece que hay una tendencia a la contención en el ritmo de aumento de dicho gasto en los tres últimos años.
El análisis de seis países en los que la cuarta garantía es un requisito obligatorio para los productores farmacéuticos, nos brinda varias ideas de posible aplicación en España. En concreto, el SNS español podría imitar el sistema británico, aplicando la cuarta garantía a aquellas innovaciones farmacéuticas seleccionadas por su presunta relevancia terapéutica e impacto presupuestario. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios podría ser la institución encargada de formular las recomendaciones sobre el reembolso de los medicamentos seleccionados, basando su decisión en los informes elaborados por un comité de expertos en evaluación económica. Asimismo, tal y como sucede en Australia, las anteriores recomendaciones de reembolso podrían servir de base para acordar el precio del medicamento con la industria. Por último, la difusión de orientaciones basadas en los resultados de análisis farmacoeconómicos podría resultar eficaz para racionalizar la prescripción si, como ocurre en el Reino Unido, se supervisara el grado de adherencia a las mismas. En el ámbito hospitalario, la creación de comités de evaluación ayudaría a ordenar la introducción de nuevos medicamentos de elevado coste en la prestación farmacéutica hospitalaria.
La farmacoeconomía puede ser una herramienta valiosa para establecer prioridades en la financiación de los medicamentos. Su lógica se aparta de la mera contención de costes, persiguiendo efectos más duraderos sobre la oferta y la demanda farmacéutica.
Además, parece un enfoque más adecuado para abordar lo que se ha calificado como “el problema farmacéutico”:
la difícil relación entre el regulador público y la industria farmacéutica.
The main aim of this article is to show the advantages that using Pharmacoeconomics as one of the criteria for reimbursement and pricing decisions on pharmaceuticals would have for the Spanish National Health Service.
The rise of the pharmaceutical expenditure led to many countries to apply pharmaceutical policies based on cost contention measures. Some examples of that type of measures are price controls or payback clauses when revenue targets are exceeded.
The failure of those policies has motivated that an increasing number of countries are using pharmacoecnomics as a tool to make decisions about public financing of new medicines (reimbursement). This practice is known as the fourth hurdle.
In this paper we review some of the most developed fourth hurdle systems in the world. We try to infer from those international experiences some useful lessons for the public regulation of the Spanish pharmaceutical market. This market suffers from several chronic problems like, for example, a high volume of prescriptions, a small market share for generics, and also a fall of effective copayment by users.
The set of strategies implemented by the Spanish regulator in order to solve those problems has been based on price and expenditure controls. On the contrary, aspects like the selective financing of new drugs (reimbursement policy) and the provision of prescription guidelines (proxy-demand side) have been forgotten.
The effect of the approach applied until recent years has been only successful in the short term, with the pharmaceutical expenditure showing a tendency to increase as soon as the initial impact of the measures implemented is assumed by the market. Nevertheless it seems that the rate at which the expenditure is growing has been contained for the last three years.
The analysis of six countries (the United Kingdom, Finland, Australia, Canada, the Netherlands, Sweden) in which the fourth hurdle is a compulsory requirement for pharmaceutical producers provides some insights for the Spanish case. Specifically, we suggest that Spain, as it is currently done in the UK, could apply the fourth hurdle only to those new medicines selected because they can have a strong effect in terms of potential health benefits and budgetary impact. The Spanish body that regulates the pharmaceutical market (Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios) could base its reimbursement decisions on the reports made by a committee of experts in pharmacoeconomics. In addition to that, as it occurs in Australia, reimbursement recommendations based on cost-effectiveness evidence could also help to set the initial price of new drugs. Moreover, guidelines including pharmacoecomics evidence could be useful to avoid moral hazard if, as it is usual in the UK, adherence to those guidelines would be supervised by a public body. Lastly, health technology committees in hospitals could also use pharmacoeconomics recommendations in order to make decisions on what new pharmaceuticals should be acquired.
Pharmacoeconomics can be a useful tool for priority setting in pharmaceutical policy. It is an approach quite different from those based on cost containment targets only, and its purpose is to influence on the supply and demand of pharmaceuticals in a permanent way. Furthermore, it seems a more appealing approach to manage with so-called “pharmaceutical problem”: the difficult balance between the budgetary constraints of governments and the profit prospects of the pharmaceutical industry.