Beatriz Peláez Requejo, Mónica Fernández Pérez, Miguel Núñez Moral, Isabel González Díaz, Samuel Robledo Antón, Reyes Fernández Díaz
La gastroparesia es una alteración crónica de la motilidad gástrica en la que se produce un retraso en el vaciamiento en ausencia de una obstrucción mecánica.
La desorganización de la peristalsis antral puede ser consecuencia de cualquier desorden que induzca una disfunción neuromuscular del tracto gastrointestinal, ya que el vaciamiento gástrico refleja la coordinación de diferentes regiones del estómago y el duodeno, así como la modulación extrínseca del sistema nervioso central1.
Las etiologías más frecuentes son la idiopática, la diabética y la postquirúrgica aunque también se contemplan otras menos habituales entre ellas las que son consecuencia de trastornos de la conducta alimentaria.
Los síntomas habituales incluyen plenitud postprandial, saciedad precoz, náuseas, vómitos, malestar abdominal y sensación de distensión. El diagnóstico de certeza tras excluir otras causas como la obstrucción intestinal, se basa en pruebas que demuestren el vaciamiento gástrico enlentecido, siendo el patrón oro el estudio con escintigrafía1,2.
Los objetivos del tratamiento son asegurar el adecuado aporte nutricional que se ve amenazado en este contexto, tratar la enfermedad subyacente si es reconocible y aliviar la sintomatología. Como abordaje inicial son básicos los cambios en la dieta y la terapia con fármacos antieméticos y procinéticos; cuando estas medidas fracasan, los vómitos son incoercibles y derivan en alteraciones electrolíticas, es necesario ingreso hospitalario para la realización de maniobras terapéuticas más invasivas. En casos extremos se inicia nutrición enteral o parenteral, para el tratamiento farmacológico se usa la vía intravenosa y en casos de gastroparesia refractaria a tratamiento médico, se valoran la inyección intrapilórica de toxina botulínica (malos resultados) y la estimulación gástrica3,4.
Esta última consiste en la implantación de un marcapasos en el tejido subcutáneo de la pared abdominal que se conecta con la capa muscular del antro a través de unos electrodos, éstos envían impulsos eléctricos de baja intensidad y elevada frecuencia que estimulan la actividad vagal para acelerar el vaciamiento5,6. La colocación del estimulador se realiza normalmente con técnica laparoscópica y el generador queda en el tejido subcutáneo, no más profundo de 4 cm para permitir la telemetría y lo más alejado posible de otros dispositivos implantables que pueda llevar el paciente; la localización más frecuente es el cuadrante medio derecho que proporciona una ubicación cómoda para la mayoría de los pacientes7.
El estimulador Enterra Therapy System (Medtronic, Minneapolis, MN,USA) fue el único aprobado en el año 2000, en USA, como dispositivo de exención humanitaria8 y en nuestro país sólo hay 5 pacientes portadores.
Los resultados obtenidos a corto-medio plazo que presentan los estudios9-12, parecen esperanzadores, mejorando la calidad de vida de los pacientes y evitando tener que llegar como último recurso a la cirugía que se reserva a casos en los que todas las medidas anteriores han fracasado.