¿Por qué los filósofos no han hablado del dolor y sí del sufrimiento?, y ¿a qué se debe que los científicos se detengan tan poco a escuchar el relato de quienes padecen en su cuerpo? ¿Es el dolor físico algo irreductible a cualquier teoría o generalización? El dolor es inalienable; cierto es que nadie experimenta en carne ajena. ¿Es el padecimiento en soledad un sufrimiento añadido? Con el dolor, por lo general, el sujeto se identifica y, cuando la agudeza es extrema, desaloja cualquier otro contenido de la conciencia.
Pero, ¿cuánto sufrimiento añadimos al dolor? ¿Es posible neutralizar (volver neutra) la sensación? ¿Hay alguna utilidad en el dolor? ¿Puede tener algún sentido para alguien en una época, como la nuestra, en la que ha perdido su función como rito de paso? ¿Puede uno distanciarse del dolor? ¿A qué precio? A éstas y a algunas otras preguntas ha procurado la autora responder, a lo largo de este escrito, desde su experiencia a la vez como paciente y como observadora.
Why have not philosophers spoken of pain but of suffering? And, what does it owe to, that scientists are so little devoted to listening the narrations of those who suffer in their bodies? Is the physical pain something irreductible to any theory or generalization? The pain is inalienable; the truth is that nobody experiences in somebody else’s flesh. Is the lonely ailment an added suffering? In general, the subject identifies him/herself with the pain and, when it is extremely acute, keeps any other content out of the conscience. But, how much suffering do we add to pain? Is it possible to neutralize the sensation? Is pain someway useful? Can it make any sense to somebody in our times, when it has lost its function as a passing ritual? Can somebody keep away from pain? At what cost? Along this text, the author has tried to answer these questions and some other ones, from her experience both as a patient and an observer.