Poco podemos hacer a medio plazo para detener algunos de los efectos derivados del envejecimiento progresivo de la población. La historia ya está escrita y llegará la hora de la verdad cuando la generación surgida del baby-boom llegue a su jubilación, allá por el 2030-2040. La privatización del sistema sanitario, de las pensiones, o de la atención a la dependencia no detendrá este fenómeno. Recurrir a la solución «familiarista» no sólo es irrealista sino contraproducente, un paso en falso. Dejar en manos del mercado esta carga probablemente no generaría beneficios, pero sí un acceso desigual que no es un óptimo paretiano. Por tanto, el desafío se concreta en hacer frente a unos gastos adicionales equivalentes al 5-10% del PIB con una población activa en descenso.
El debate sobre la reforma del sistema de pensiones es excesivamente «actuarialista» y con poca preocupación por cuestiones relacionadas con la equidad. En otras palabras, el contrato social construido durante la posguerra ya no es válido; urge la creación de un nuevo contrato social.
In the medium-term we can do little to stem the tide of population aging. As far as the great crunch that will arrive around 2030-2040 – when the huge baby-boom generations have retired – history has already been written. The great crunch will not go away by privatizing either pensions, health or care.
Recurring to the conventional familialist solution is not only unrealistic, but demonstrably counterproductive – a non-starter. Marketizing the burden is unlikely to engender savings or efficiency dividends, but it will inevitably heighten inequalities of access that, also, are demonstrably non-paretian.
Hence, the challenge is how to manage an additional outlay equivalent to 5-10 percent of GDP, considering that the future active population will be rather small.
In other words, the social contract upon which the postwar welfare state was constructed is likely to erode; a new contract is urgently needed.
The real challenge we face is that for such a contract to be both stable and broadly legitimate, it will have to establish allocation rules that, at once, are inter- and intra-generationally equitable.