Carmen Massé García
La gestación subrogada ha posibilitado en los últimos años inimaginable en la historia de la humanidad: tener un hijo sin necesidad de pareja, de expresión sexual del amor, sin siquiera un seno propio que lo acoja. Hoy todo parece tener un precio, también la paternidad, el uso del propio útero, incluso los hijos. Un acercamiento a la comprensión que la sociedad tiene de los hijos, tanto nacidos como por nacer, ayudará a enriquecer la propia reflexión ética acerca de unas técnicas que han disociado hasta el extremo nuestros orígenes y hasta la propia identidad, sea genética, biológica, gestacional o jurídica. No se valoran las más o menos legítimas intenciones de padres y gestantes, pero sí es un deber cuestionar las motivaciones de una sociedad que ha hecho de estas técnicas un negocio creciente.