José Carlos Mingote Adán, F. M. Torres Imaz, S. Ruiz
El trastorno de estrés es un trastorno con una prevalencia total similar al de la esquizofrenia, siendo generalmente infradiagnosticado tanto por sus propias características clínicas como por un desconocimiento general de este trastorno, quedando camuflado habitualmente tras diagnósticos pertenecientes al espectro afectivo. Hace actualmente 18 años, el trastorno de estrés postraumático fue reconocido en los manuales diagnósticos como una entidad independiente, con unos criterios diagnósticos específicos, habiéndose identificado mecanismos patogénicos característicos de este trastorno. Presentamos una revisión general del tema haciendo hincapié en los aspectos clínicos, patogénicos, neuroendocrinos e implicaciones terapéuticas de este cuadro clínico.
El trastorno de estrés postraumático (TEPT) es una entidad cambiante que puede incluir manifestaciones afectivas, cognitivas y conductuales, con deterioro funcional y pérdida de eficacia psicomotora, conductas de retirada y escape de la realidad, síntomas de hiperactividad simpática, tartamudez, y reacciones paranoides1.
Pueden existir diferentes tipos de estresores graves, no esperados e incontrolables, capaces de producir el daño psicobiológico, que explica la hiperactividad autonómica, la hipervigilancia, la reexperimentación y el embotamiento afectivo; síntomas característicos del TEPT.