En esta revisión se recogen las causas más frecuentes de hiperhidrosis generalizadas o localizadas. Estas últimas representan un problema importante para algunos enfermos. Se comentan las ventajas e inconvenientes de las diferentes posibilidades terapéuticas para las hiperhidrosis localizadas: aplicación tópica de sales minerales, iontoforesis, simpatectomía torácica o bloqueo simpático con toxina botulínica.
La hiperhidrosis o producción excesiva de sudor es un proceso de difícil tratamiento, condicionado por múltiples causas, pudiendo ser en ocasiones el primer síntoma de una enfermedad grave. Aun en aquellos casos en los que el trastorno subyacente sea irrelevante, esta patología llega a tener importantes consecuencias sociales, emocionales e incluso laborales para muchos pacientes1–3.
Aunque no sea el objetivo principal de este artículo, realizaremos una breve revisión sobre los mecanismos, tipos y causas de la hiperhidrosis basándonos fundamentalmente en el magnífico trabajo de Goldsmith1.
Entre los diversos mecanismos implicados en su producción se encuentran: a) agentes farmacológicos; b) estimulación anormal del sistema simpático en su trayecto entre el hipotálamo y las terminaciones nerviosas, o c) hiperactividad de uno de los tres centros responsables de la sudación: el de la termorregulación, el del sudor psíquico y el del sudor gustativo2.
En líneas generales, las hiperhidrosis se clasifican en dos grandes grupos: generalizadas (universales o que afectan a amplias zonas del tegumento) o localizadas (cuando afectan áreas pequeñas), pudiendo incluirse la mayoría en alguno de los subgrupos clínicos que a continuación se comentan.