Barbara Starfield
Hasta 2005, la literatura sobre los beneficios de los sistemas de salud orientados a la atención primaria ha sido consistente en mostrar una mayor eficacia, una mayor eficiencia y una mayor equidad. En los siguientes 5 años nada ha cambiado esta conclusión, pero ahora comprendemos mejor los mecanismos por los que actúa. Sabemos que, dentro de ciertos límites, ni la riqueza de un país ni el número de profesionales de la salud se relacionan con los niveles de salud. Lo que cuenta es la existencia de las características clave de la política de salud (atención primaria de salud): la cobertura financiera universal bajo el control del gobierno o regulada, los intentos de distribuir los recursos equitativamente, la integralidad de los servicios, y bajos o nulos copagos para los servicios de atención primaria. Todos estos, combinados, producen una mejor atención primaria: un mayor acceso y uso del primer contacto, más atención centrada en la persona a lo largo del tiempo, mayor gama de servicios disponibles cuando sean necesarios, y la coordinación de la atención. La evidencia ya no se limita principalmente a los países industrializados, pues nuevos estudios también lo demuestran en países con ingresos medios y bajos. El aval de la Organización Mundial de la Salud (los informes de la Comisión sobre Determinantes Sociales de la Salud y el Informe de Salud Mundial de 2009), así como una serie de comisiones internacionales, reflejan la aceptación generalizada de la importancia de la atención primaria de salud. Ahora, la atención primaria de salud puede ser medida y evaluada; todas las innovaciones y mejoras en ella deben servir a sus características esenciales con el fin de ser útil.
As of 2005, the literature on the benefits of primary care oriented health systems was consistent in showing greater effectiveness, greater efficiency, and greater equity. In the ensuing five years, nothing changed that conclusion, but there is now greater understanding of the mechanisms by which the benefits of primary care are achieved. We now know that, within certain bounds, neither the wealth of a country nor the total number of health personnel are related to health levels. What counts is the existence of key features of health policy (Primary Health Care): universal financial coverage under government control or regulation, attempts to distribute resources equitably, comprehensiveness of services, and low or no copayments for primary care services. All of these, in combination, produce better primary care: greater first contact access and use, more person-focused care over time, greater range of services available and provided when needed, and coordination of care. The evidence is no longer confined mainly to industrialized countries, as new studies show it to be the case in middle and lower income countries. The endorsements of the World Health Organization (in the form of the reports of the Commission on Social Determinants of Health and the World Health Report of 2008, as well a number of other international commissions, reflect the widespread acceptance of the importance of primary health care. Primary health care can now be measured and assessed; all innovations and enhancements in it must serve its essential features in order to be useful.