La violencia de género es un grave problema social en todo el mundo, por su gravedad y su elevada prevalencia. Puede provocar patologías, incapacidad e incluso la muerte, y tiene repercusiones sobre la salud física, psíquica, social y sexual-reproductiva de la mujer. Si la violencia se ejerce durante el embarazo, puede tener consecuencias no sólo para la mujer, sino también para el feto en desarrollo y el futuro hijo. Existen una serie de funciones mínimas que los profesionales deben desarrollar, como preguntar sobre violencia de género con regularidad, informar y remitir a las mujeres que la sufran a los recursos disponibles de la comunidad, registrar los casos y conocer la legislación vigente del país.