El cigarrillo electrónico (e-cig) es un dispositivo con forma de cigarrillo convencional que libera determinadas dosis de vapores de nicotina a través de un proceso de calentamiento electrónico.
Los cartuchos de nicotina tienen mucha variabilidad en la cantidad de nicotina liberada, incluso dentro de la misma marca. No todas las marcas admiten que contienen nicotina, pero esta se detecta en la mayoría de unidades analizadas. El e-cig contiene habitualmente propelentes como el propilenglicol, que es un producto irritante pulmonar. El efecto respiratorio a corto plazo del vapor de un e-cig es similar al causado por el humo del cigarrillo y es causa de broncoconstricción. La mayoría de marcas contienen glicerina, y se ha detectado al menos un caso de neumonía lipoidea por esta sustancia. Muchas marcas contienen trazas de N-nitrosaminas, metales pesados y otros productos que se encuentran en el humo de los cigarrillos convencionales en mucha mayor proporción. Actualmente no se dispone de evidencia científica de que sea un dispositivo eficaz para dejar de fumar, por lo que no debe recomendarse de forma proactiva para este fin y puede interferir en el uso de tratamientos de evidencia científica demostrada para dejar de fumar. Puede tener un efecto indeseable al promover el inicio del consumo en adolescentes o retener a fumadores adultos en el consumo de nicotina y en la dependencia gestual. No se conoce bien la toxicidad de los vapores pero se sabe que no son inocuos, por lo que no deberían utilizarse en espacios públicos cerrados.