Je Kan Alder-Collins
Antecedentes: El Gran Terremoto del este de Japón del 11 de marzo de 2011 causó considerables pérdidas de vidas y la destrucción de medios de vida e infraestructura. Relacionado con este evento, pero no por su causa, se produjo el colapso y la contaminación radiactiva del medio ambiente por la central nuclear Dai-ichi de Fukushima. Este desastre, a su vez, dio lugar a la evacuación forzosa de las poblaciones en riesgo. Enfermeras, médicos, personal paramédico y profesores universitarios japoneses de las cercanías se ofrecieron como voluntarios para trabajar en los centros de descontaminación para evacuados y supervivientes.
Objetivo: Este comentario reflexiona de forma crítica sobre las ideas proporcionadas en este número por Noto, Kitamiya, Itaki, Urushizaka y Yamabe (pp.212-216) y sobre la función de las enfermeras en el desastre Dai-ichi de Fukushima, extendiendo esa crítica a la evidencia que surgió de fuentes oficiales y extraoficiales.
Discusión: En general, la planificación de desastres no es un tema popular en las sociedades ni es un arte o proceso finito. Las autoridades civiles trabajan a menudo con presupuestos y recursos limitados mientras que atienden a las crecientes demandas. La planificación para desastres requiere conocimientos multidisciplinarios conjuntos para poder trabajar a través de diferentes departamentos, agencias, grupos de interés y presupuestos. Los planificadores deben pensar de forma original, asignar recursos y formación a un nivel que justifique las amenazas conocidas y/o proyectadas, para preparar a quienes actúen los primeros con herramientas, formación y tiempo adecuados para practicar técnicas que puede que nunca tengan que utilizar.
Conclusión: Los desastres siempre suceden, ya sean naturales o provocados por el hombre. Confiar en el valor y la abnegación de los profesionales no es suficiente. La formación y el aprendizaje de los desastres anteriores pueden ayudar en una planificación responsable.