Las decisiones acerca de la retirada de ciertos tratamientos farmacológicos en pacientes con demencia son ciertamente difíciles, especialmente en los aspectos éticos derivados de éstas. Sin embargo, cabe plantear la retirada de todos aquellos fármacos considerados inadecuados o con escasa evidencia a favor de su uso, restringiéndolo a aquéllos que mejoren la morbimortalidad, calmen el dolor y mejoren el confort de los pacientes con demencia.