Enrique Echeburúa Odriozola
Se ha propuesto el trastorno de hipersexualidad como una nueva categoría diagnóstica para el DSM-V. Este trastorno se caracteriza por la frecuencia y la intensidad de las fantasías sexuales, la activación psicofisiológica, el ansia y las conductas sexuales, todo ello asociado a un componente de impulsividad. Las conductas excesivas de tipo apetitivo, incluyendo la hipersexualidad, pueden considerarse como adicciones conductuales. La adicción al sexo se aplica a personas que muestran conductas parafílicas o no parafílicas relacionadas con situaciones de riesgo, con una escalada en el tipo de conductas sexuales (tolerancia), con una pérdida de control y con una consecuencias psicosociales negativas, tales como embarazos no deseados, ruptura de pareja, problemas económicos/laborales y enfermedades de trasnmisión sexual, incluyendo el sida. Las conductas más habituales implicadas en la adicción al sexo son las fantasías sexuales, la masturbación compulsiva, la pornografía, el cibersexo, el voyeurismo, el sexo anónimo y las parejas múltiples. Las conductas sexuales tienen como objetivo reducir la ansiedad y otros afectos disfóricos (por ejemplo, la vergüenza y la depresión). La adicción al sexo presenta una comorbilidad con otros trastornos del Eje I (sobre todo, con trastornos de ansiedad, depresión, dependencia de sustancias e hiperactividad). Todavía hay muchas lagunas en el conocimiento del curso clínico, de los factores de riesgo y de la historia familiar y se carece de datos sobre la adición al sexo en mujeres.