M. Píriz Marabaján, M Canals Morta, M. Caramelo Carretero, Ll Falgueras López, Inmaculada Fernández Moreno, Encarnación Mayor Ramirez
Aproximadamente el 19% (EPINE 2010) (1) de los pacientes ingresados en un centro sanitario está sometido de forma temporal a la cateterización de las vías urinarias (CV). En el caso de los pacientes ingresados en una unidad de cuidados intensivos esta cifra puede alcanzar el 71,10% (ENVIN-UCI 2010) (2). Aunque los efectos adversos asociados a este procedimiento son relativamente benignos, en ocasiones pueden derivar en complicaciones más graves con aumento de la morbilidad, de los costes asociados y que generan un importante disconfort para el paciente (3). En mayo de 1991, en el marco de nuestra participación en un estudio multicéntrico sobre uso de CV en los hospitales (4), detectamos que en nuestro centro el 9% de los pacientes ingresados era portador de CV y de ellos un 27,5% presentaba IUN (3). Aunque nuestros resultados no discrepaban de los obtenidos en el conjunto de hospitales, consideramos que estos valores ofrecían una clara oportunidad de mejora. Un dato relevante fue la evidencia de que en más de una cuarta parte de los pacientes el motivo de sondaje había sido la presencia de una incontinencia urinaria. Históricamente, el CV se introdujo en los hospitales para la asistencia de pacientes con patología obstructiva urológica y para el control hemodinámico en situaciones clínicas de gravedad, sin embargo debido al incremento de edad de los pacientes hospitalizados se encuentra una mayor prevalencia de casos de incontinencia urinaria. Ante esta disfunción, el personal asistencial opta frecuentemente por sondar al paciente. A partir de este estudio se implantaron programas de mejora mantenidos con el objetivo de reducir las tasas de infección urinaria nosocomial asociada al uso de CV y mejorar el cumplimiento de la indicación de CV, así como optimizar la calidad del cuidado del paciente sondado.
Approximately 19% (EPINE 2010) (1) of the patients admitted to a health care center are submitted in a temporary way to the catheterization of the urinary ways (CV). In the case of the patients admitted to an intensive care unit this number can reach 71.10% (ENVIN-UCI 2010) (2). Although the adverse effects associated to this procedure are relatively benign, on occasions, they can derive, in more severe complications with increase of the morbidity, from the associated costs and that generate an important discomfort for the patient (3). In May 1991, within the framework of our participation in a multicentre study on use of CV in the hospitals (4), we detect that in our health care center 9% of new patients were wearing CV and of them 27.5% had IUN (3). Although our results did not disagree with the ones obtained in the set of hospitals, we consider that these values offered a clear opportunity of improvement. A relevant data was the evidence that in more than a fourth part of the patients the reason of sounding had been the presence of a urinary incontinence. In a historical way, CV was introduced at hospitals for the patients assistance with urological obstructive pathology and for the hemodynamic control in clinical situations of gravity, however due to the increase of age of the hospitalized patients it is found a greater prevalence of cases of urinary incontinence. In the face of this dysfunction the health care staff opts frequently to catheterize the patient. From this study a set of improvement programs were carried out with the objective of reducing the rates of nosocomial urinary infection associated to the use of CV and improving the achievement of CV indication, thus as optimizing the quality of the care of the catheterized patients.