Raquel Pérez Uceta, Esther Llorente Sansano, Joseba Iñaki Agüero Jurado, Gema Briceño Sánchez, Mª Angeles Gálvez Velasco, Mª Isabel Bravo Moreno
El trasplante renal consiste en la extracción de un riñón de un individuo sano y su colocación en un paciente con insuficiencia renal crónica terminal1. El rechazo inmunológico es la principal complicación tras el trasplante. Se denomina rechazo al conjunto de manifestaciones clínicas, funcionales, anatomopatológicas, que pueden aparecer en un receptor de trasplante renal, como consecuencia de la activación del sistema inmune contra el injerto. El rechazo puede aparecer desde el momento de revascularización del órgano hasta años más tarde2. La incidencia del rechazo dependerá esencialmente de dos factores: las características del receptor y el tratamiento inmunosupresor utilizado. En general se acepta que un 30-40% de los pacientes desarrollan algún episodio de rechazo en el trasplante inmediato (3 primeros meses)1. En la mayoría de los protocolos se utilizan como tratamiento convencional bolos de metil-prednisolona a dosis que varían entre 250 y 1.000mg/día, durante 3-4 días. Con esta pauta se consigue respuesta entre el 60-70% de los casos. En el resto de los casos se habla de rechazo corticoresistente2. La Plasmaferesis ha sido recientemente introducida en el tratamiento del rechazo agudo del trasplante renal resistente al tratamiento convencional con esteroides3. La aféresis puede definirse como una modalidad terapéutica que consiste en la extracción de un volumen determinado de plasma (de 2 a 5 litros) con el fin de eliminar aquellos patógenos considerados responsables de una enfermedad o bien sus manifestaciones clínicas. El recambio plasmático mediante filtración a través de membranas se realiza mediante el montaje de un circuito extracorpóreo.