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Mireia Jané Checa, María Antonia Clavería Puig
La buena percepción sensorial auditiva es esencial para el óptimo desarrollo infantil en su relación con el medio. La hipoacusia infantil congénita puede ocasionar trastornos muy graves en la capacidad de adquisición del lenguaje, comunicación, actitud hacia el entorno y, por tanto, en la integración del niño o niña en el entorno familiar y escolar, desarrollo intelectual, motor, emocional, social, así como en su futuro profesional1. En España, su incidencia se sitúa, para aquellos casos de hipoacusia neurosensorial grave y profunda, en 1/1.000 recién nacidos vivos, aumentando a 2,8/1.000 si se incluyen las moderadas, y alcanzando 5/1.000 recién nacidos si se considera cualquier tipo de hipoacusia2,3. Por todo ello el objetivo de los programas de detección precoz o cribado tienen que ir necesariamente más allá de la detección e incluir el diagnóstico definitivo, el tratamiento y su seguimiento. Todo ello es esencial para facilitar el acceso precoz al lenguaje y aprovechar así la plasticidad cerebral de los primeros años de vida para estimular el desarrollo de capacidades de comunicación y aprendizaje que permitan una adecuada integración familiar, social y profesional4,5. Para conseguir dicho objetivo todos los programas de cribado de acuerdo con los consensos internacionales se proponen como meta el cribado dentro del primer mes de vida, el diagnóstico a los 3 meses y el tratamiento antes de los 6 meses de edad, es decir la intervención precoz6. Los programas españoles con muestras superiores a 30.000 niños y con varios años de antigüedad confirman las diferencias significativas existentes..
