Elena Melús Palazón , Cruz Bartolomé Moreno
Actualmente, el consumo de los llamados "protectores gástricos" es elevado, y los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son los fármacos de elección. Suponen el grupo terapéutico más prescrito en nuestro país en 2009 y el segundo en costes económicos (636,81 millones de euros) tras el grupo de las estatinas (915,38 millones de euros). Este consumo es muy superior al del resto de Europa1. El objetivo inicial de la llamada gastroprotección es proteger de las complicaciones graves que pueden producirse por el consumo crónico de antiinflamatorios no esteroideos (AINE) en pacientes con riesgo elevado de tener lesiones gastrointestinales (GI). Actualmente, y de forma empírica, parece haberse ampliado este objetivo al de aliviar cualquier molestia gastrointestinal producida por un fármaco, incluso por síntomas dispépticos, sin otro abordaje de los mismos. Los IBP son los más potentes inhibidores de la secreción ácida gástrica y la terapia farmacológica más eficaz en la mayoría de los trastornos en los que el ácido gástrico está presente. Sus indicaciones son: 1) tratamiento de la úlcera gastroduodenal; 2) tratamiento de la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE); 3) tratamiento erradicador de Helicobacter pylori (H. pylori); 4) tratamiento del síndrome de Zollinger Ellison y, 5) prevención de la úlcera gastroduodenal inducida por fármacos, entre otros, por AINE. Y es esta última indicación la que abre más interrogantes acerca de su adecuación. Dada la gran variabilidad en la prescripción de la gastroprotección, deberíamos preguntarnos si realmente, ¿entendemos todos lo mismo por gastroprotección? La prescripción de...